El bibliotecario de Medina Azahara de Antonio Torremocha. editorial Almuzara. Por Paloma Fernández Gomá


 El bibliotecario de Medina Azahara de Antonio Torremocha. editorial Almuzara.

Por Paloma Fernández Gomá

Antonio Torremocha Silva doctor en Historia Medieval ha escrito recientemente la novela El bibliotecario de Medina Azahara. Una novela de raíz histórica que replantea la destrucción de la gran Biblioteca de Córdoba, centro del saber universal y una de las más representativas del conocimiento de todas las épocas y que ha sido publicada por Almuzara

Torremocha basado en datos históricos y a los largo de los catorce capítulos que componen el libro, descifra, relaciona, predispone y dilucida cómo se fue forjando el centro de saber de mayor número de obras de arte, ciencia, tratados, filosofía, astronomía, copia de manuscritos, interpretación de materias, pensamiento, matemáticas, música y todo lo relativo al conocimiento humano, independientemente de la procedencia de los libros u opinión que sustentara el contenido a tratar.

Como nos cuenta nuestro historiador el gran artífice de esta inmensa biblioteca fue el sultán omeya Al Hakam II, hombre que hizo de la cultura un baluarte del conocimiento. Artífice, en gran medida, de la biblioteca de medina Azahara, llevó a esta ciudad documentos provenientes de la  biblioteca del palacio de su padre Abderramán III. Encargando a Jalib ben Idris, que dirigiera la biblioteca de medina Azahara, el cual era un hombre procedente del norte de África y de reputada formación, que había traducido y copiado documentos latinos, y había  ostentado la dirección de la biblioteca en Córdoba. Para esta misión fue acompañado del eunuco Talid al-Qurubi como conservador de la misma, así como de dos esclavas de origen cristiano,  que obtuvieron la libertad, Lubna y Fatima excelentes copistas, traductoras y restauradoras.

La encomienda tuvo el mejor de los resultados, hasta la muerte del sultán Al Hakam II, viniéndose abajo aquellos buenos resultados por la inacción del sucesor e hijo de Al Hakam, el sultán Hisham II que quedó sometido al arbitrio de su chambelán Almanzor.

Antonio Torremocha nos cuenta a lo largo de los catorce capítulos que componen la novela esta historia de esplendor y decadencia, de sabiduría y  estulticia donde el hombre es el ejecutor de sus obras siendo capaz de conducirse de forma generosa y civilizada abrazando la cultura o de forma tendenciosa y violenta relegando la cultura a cenizas que el viento esparce en una pira indeseable donde el primero en perder es el mismo hombre que ha generado el caos y la opresión.

Una novela rigurosa y generosa en la documentación, consensuada, que nos acerca a un tiempo anterior que nos precedió y que nos avisa de los males que conlleva el mal uso del poder y el descontrol que nos pueden ocasionar quienes miran el mundo desde su propia óptica con visos de fanatismo, sin aventurarse a construir espacios para la ciencia y la cultura.

Recorramos pues los capítulos que argumentan las acciones que se desarrollan:

  I. JALID BEN IDRIS, «EL INTELIGENTE DE AL-ANDALUS». Jalid era conocido con el sobrenombre de “El inteligente de Al-Ándalus por sus vastos conocimientos culturales. Huido de Córdoba llegó a dirigir “La casa de la Sabiduría” en el El Cairo. 

II. LA MADRASA DE ARIB BEN SA‘ID

III. EL ASTRÓNOMO BEN ABI ISA AL-ANSARI

IV. LOS LIBROS «HERÉTICOS» DEL PROFESOR AL-ANSARI

V. COPISTA Y TRADUCTOR DE LIBROS

VI. EL TRATADO DE FLAVIO VEGECIO SOBRE POLIORCÉTICA

VII. UNA MISIÓN EN LA CIUDAD DE FEZ

VIII. MÁLAGA Y NAKUR

IX. A TRAVÉS DE LAS MONTAÑAS DEL RIF

X. LA BIBLIOTECA DE LA MEZQUITA AL-QARAWIYYÍN. Ubicada en Fez. Ciudad donde convivían un elevado número de andalusís ( desterrados por sublevarse contra el sultán Al Hakam I y tunecinos, provenientes de otra sublevación habida en Túnez, más otro grupo de población proveniente de Oriente y que ocupaban los más altos cargos del gobierno.  

XI. UN REMEDIO PARA EL CALIFA MORIBUNDO. Se trataba de tratar la enfermedad  del califa Abderramán III y buscar un remedio para su curación.

XII. DIRECTOR DE LA GRAN BIBLIOTECA

XIII. VIAJE A LA CIUDAD DE BAGDAD

XIV. SUBH, LA ESCLAVA CANTORA. La sultana Subh, fue una esclava cristiana procedente de Navarra. Se cuenta que era rubia, hermosa y que cantaba muy bien. Más tarde ella contribuiría a la destrucción de la biblioteca. Se llegó a decir que mantuvo una relación con Almanzor.

En las páginas del libro se reflejan, entre otras muchas cosas, el recuerdo de la ciudad de Bobastro, situada en Málaga, y el aviso que supuso ante cualquier rebeldía la crucifixión de Omar ben Hafsun o Samuel, una vez muerto y después de abrazar el cristianismo.

También sabremos que una tercera parte de los habitantes de Córdoba residía en el arrabal de Nazara al Este de la medina y sus habitantes profesaban la religión cristiana "sin recelo ni temor" apunta Torremocha. Y que en la madrasa de Arib ben Said, Jalib ben Idris compartía estudio con Lubna y Fatima, dejando así evidencia del saber compartido entre hombres y mujeres. 

Procedente de la escuela de Alejandría visitó la madrasa de Arib ben Said, el profesor de matemáticas, geometría y astronomía Ben Abi Isa al Ansari, que sostenía que el planeta Tierra giraba en torno al Sol como había demostrado Ptolomeo, poniendo así de relieve el alto nivel de conocimiento que se tenía en esta época califal.

 Se tradujo del latín al árabe el tratado de Flavio Vegecio sobre usos militares de los ejércitos romanos. Jalid ben Idris también compartió estudios en la madrasa con Talid al Quturbi. 

Jalib, nuestro personaje narrador de la historia de muestra novela, basada en la realidad,  visitó la ciudad de Fez junto al eunuco Talid, a fin de que los documentos que debían de ingresar en la biblioteca del califato cordobés fueran auténticos y no ninguna copia, por muy bien hecha que estuviera.

Más adelante la novela nos da buena cuenta de como Jalid acompañado de Lubna y Yassir Mabussir, jefe del destacamento militar responsable de la custodia de los mil dinares para una compra de libros, emprendieron camino a Bagdad para adquirir la referida compra, consistente en  una copia de el Libro de los Cantares y el códice de la genealogía de los omeyas. 

Nadie podía presagiar los acontecimientos que siguieron a la vuelta de aquel viaje a Bagdad que duró ocho meses. Acontecimientos que son referencia de la novela que comentamos: la destrucción de la biblioteca de medina Azahara. 

Recorran pues el camino de este libro hasta la muerte del eunuco y la huida de las dos esclavas cristianas manumitidas,  Lubna y Fatima por su implicación  y la realización de trabajos  en la biblioteca. Lubna moriría de pena en la ciudad de Carmona, próxima a Sevilla. También huiría de Córdoba Jalid ben Idris hasta llegar a  Egipto huyendo de la ejecución, habiendo conseguido salvar algunos libros de la biblioteca de medina Azahara a lomos de algunas mulas que le acompañaron en su camino de huida. Peor suerte correería en eunuco Talid que fue ejecutado.

En la novela  conocemos la traducción del latín al árabe de la obra de Claudio Galeno "Libro sobre cómo curar las secreciones y hemorragias de la sangre" con el fin de atender al califa Abderraman III que aunque obtuvo mejoría por los remedios empleados en base a la traducción, murió el 15 de octubre del año 961. Le sucedió su hijo Al Hakam II que le encomendaría dirigir la biblioteca de Mediana Azahara a nuestro personaje, Jalib ben Idris. Encomienda que emprendió con sus antiguos conocidos Talid el eunuco, Lubna y Fatima esclavas cristianas manumitidas, como ya apuntábamos al comienzo. Aquellas traducciones, aquellos estudios encaminados a enriquecer el pensamiento, parece ser que no fueron bien recibidos por los sucesores de  Al Hakam II, califa culto y preocupado por el saber, quien acostumbraba a escribir anotaciones en los márgenes de los libros y eligió colaboradores de gran formación para su biblioteca.

La Sultana Subh, esposa de Al Hakam y madre de Hixam sucesor de Al Hakam, junto a Muhammad ben Abi Amir (Almanzor), protegido del sultán Hixam y con conocimientos en el derecho maliki, que fue contratado como auxiliar de la notaría del cadí supremo de Córdoba, Muhammad ben al – Salim, emprendieron una persecución hacia aquellos leales e instruidos protectores del saber, cuyos libros fueron considerados heréticos y en consecuencia quemados.

Antonio Torremocha da buena cuenta de todo lo acontecido.

No desvelaré los capítulos solamente propongo una lectura atenta y enriquecedora para percibir la grandeza de la cultura frente al dislate. Así serán ustedes mismos quienes analizarán el contenido de la novela a la que yo les he querido conducir. 

Una novela esclarecedora, bien narrada, respetando la historia y que capta el interés del lector.

Así pues les dejo frente Al bibliotecario de la medina de Azhara. Una gran novela.

 

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