Los pulsos que nos doblegan de Rafael del Campo Vázquez. Editorial Ánfora Nova. Rute. 2024. Por Paloma Fernández Gomá
Los pulsos que nos doblegan de Rafael del Campo Vázquez. Editorial Ánfora Nova. Rute. 2024. Por Paloma Fernández Gomá
Rafael del Campo Vázquez con esta última entrega en el campo de la narrativa nos describe y penetra en la condición humana. Nada más cercano a la hora de valorar la conducta del hombre que acercarse a una época de crisis como la actual o bien trasladar la acción de su novela al conflicto guerra civilista que vivió España en el año 1936 y del que parece ser no hemos sacado ninguna lección polivalente que pueda resarcirnos del caos, cuando no del extremo dolor que pasaron nuestros padres y abuelos.
Rafael del Campo posiciona la trama de su novela en un pueblo, pues si la guerra civil se derramó por pueblos, campos y ciudades, podría ser que en los pueblos donde todos se conocían el desgarro que supuso este enfrentemos fue muy radical, al tener nombres y apellidos muy cercanos.
El autor describe el ambiente de un pueblo de Córdoba y localiza la fuente de la trama en la Huerta de Santa Enriqueta, donde la familia del narrador vivió la crudeza y el odio de una época de venganza y sangre.
El tío Pacomio, hermano del abuelo del narrador, que entregó su vida por su hermano. Don Cristino, el párroco. El farmacéutico.Doña Ingrid con sus pinturas firmadas por la amarilla oropéndola que acaba compartiendo la vida con el principal protagonista de esta trama de antagónicos y similares, donde la locura siega vidas y el rencor es capaz de llegar a destruir.
Rastrojillo fiel a los suyos hasta el final o el seminarista del que se apoderó el odio.
Leer la novela Los pulsos que nos doblegan es conocer a éstos y a otros personajes y encontrar un final en el que los contrarios encuentran la piedad en el acercamiento.
Los paisajes, las descripciones, el lenguaje, el ambiente y las secuencias de las acciones son de un alto exponente narrativo, donde la atención del lector está garantizada. Dicho lo cual, nos trasladamos al mensaje conciliador y de acercamiento al que nos conduce nuestro autor, haciendo valer la calidad humana de hombres y mujeres como firme propuesta que nunca se vuelva al enfrentamiento entre nosotros.
El mensaje es calculado y firme manteniendo siempre el hilo de las conductas que nos llevaron a un tiempo de amargura y muerte, haciéndonos recapacitar sobre la reconciliación y poniendo en valor el sentimiento de amor y esperanza que nunca debe olvidar el nombre para lograr una sociedad en paz y en armonía.
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